Aunque Isilian era el miembro más reciente del Concejo su palabra tenía gran peso, más del que muchos quisieran. A algunos no les agradaba el poder del que gozaba Isilian, pero debían aceptar que cada aporte hecho por él significaba mucho para todos. Los conocimientos que se habían adquirido en Irilnak eran invaluables. Además cada proyecto que era supervisado por él se convertía en un éxito rotundo. Por ello había ganado seguidores entre los demás miembros.
— Está de más que les recuerde lo difícil que les resultó llegar a Irilnak. La presencia del Imperio en Rub Al Khali puede ser perjudicial para nuestro desarrollo. Desde que han comenzado a utilizar esa ruta, he sentido que la fuerza protectora del desierto se hace más resistente y agresiva, tal vez con la intención de defenderse de la presencia de los viajeros. Debemos buscar el medio de limitar sus irrupciones en el área. La mejor manera es controlar el acceso del Imperio al cristal. — todos comentaban entre si la opinión de Isilian.
Sikfridien, uno de los concejales más antiguos, se puso en pie y se dispuso a hablar. — Una acción como esa causaría una reacción hostil por parte del Imperio. Ellos no buscan nada más que una ruta a Varkavia a través del desierto.
— Por el momento sólo buscan eso. Pero cuánto tiempo pasará hasta que comiencen a hurgar en las arenas. Todos saben que debajo del Rub Al Khali se esconden muchas cosas. Sus fines afectan a nuestros fines.
Cada uno hizo uso de la palabra exponiendo sus ideas contrarias. Pero las de Isilian obtenían más peso con cada silaba pronunciada. Al final, la idea de aumentar el precio del cristal al Imperio para así aminorar su frecuencia de viaje fue aprobada por la mayoría y se puso en marcha.
La idea tuvo el efecto predicho, los viajes del Imperio disminuyeron considerablemente, pero el problema de la fuerza que protegía al Rub Al Khali de las habilidades psíquicas de los saikmunes no menguaba, al contrario, cada vez se hacía más difícil para los cuerpos mentales el acceso y la estancia en el lugar.
Esta vez se requerían medidas más directas y la opción dada por una parte del Concejo fue tomar las armas. Isilian no se mostró a favor ni en contra de la idea, aunque fue él mismo quien introdujo aquellos pensamientos en las mentes de los concejales mediante sus superiores habilidades psíquicas. Poco a poco estaba obteniendo el dominio de la voluntad de todo el Concejo.
Se tomó la decisión de atacar a los transportes del Imperio haciendo uso de las artes arcanas. Los escarabajos comenzaron a ser embestidos por fuerzas invisibles.
domingo, 11 de abril de 2010
sábado, 3 de abril de 2010
Tsunami rojo.
Tsunami rojo.
Hace tres mil años, el lugar que se conoce como Rub al Khali o como le llaman algunos “El Desierto Rojo”, no era un océano infinito de arena color sangre, era un lugar muy diferente. Un manto boscoso lo cubría todo y sus fuerzas vitales recorrían cada rincón rebosándolo de un vigor incontenible que se manifestaba en riquezas físicas y arcanas.
Las entidades arcanas de la naturaleza convivían junto a los moradores de ese lugar, compartiendo con ellos sus sabidurías y secretos. Los moradores aprendieron a dominar los elementos naturales llegando a convertirse en grandes sabios poderosos en las artes arcanas. Con ayuda de esos conocimientos y de las mismas entidades arcanas del bosque, los sabios construyeron una ciudad colosal y única en belleza llamada Ra Tsu.
Algunos osan decir que media dos mil kilómetros de norte a sur y dos mil quinientos de Este a Oeste. Se dice que ni siquiera juntando la ciudad flotante de Mirlecos construida en Miroz, con el palacio de las Alas Negras y el castillo arbóreo del reino de Herdria se llegaría a la cuarta parte del esplendor que poseía esta ciudad. Las entidades arcanas del bosque caminaban libremente por Ra Tsu, como un mortal más. Se les podía ver en los jardines, fuentes, mercados y sobre todo en la biblioteca.
Esta biblioteca, hoy conocida por muy pocos bajo el nombre de Irilnak, que significa “Lugar de todos los conocimientos”, poseía tantos libros como estrellas en el cielo. Cada uno de ellos llenos de conocimientos sobre los dos mundos. Cualquier habitante o visitante tenía el derecho a entrar y escrutar con toda libertad aquella fortaleza de la sabiduría.
A pesar de tener al alcance tales conocimientos, muchos mortales no se mostraron interesados en ellos, aprendían únicamente lo que consideraban útil para su vida cotidiana, como a fertilizar las tierras muertas, dominar los minerales para crear utensilios y joyas o para construir edificaciones más sólidas. En cambio, otros parecían tener una sed de conocimiento insaciable. Llegó el momento en que esos sedientos no encontraron más conocimientos entre las entidades del bosque y recurrieron a otras fuentes: El Abismo. Conocieron de su existencia por medio de las entidades del bosque, quienes les advirtieron que nunca deberían acercarse a ese “lugar”, a sus habitantes y mucho menos a sus conocimientos “Ya que cuando se contempla el Abismo, éste también ve nuestro interior y bajo ilusiones macula nuestra esencia y pudre nuestra mente.” Los sedientos ocultaron sus intenciones de las entidades del bosque y en secreto descendían al Abismo cada vez con mayor frecuencia, sosteniendo contacto con sus criaturas y aprendiendo sus artes, que parecían ser infinitas en variedad y poder.
Pero cada descenso siempre traía consigo oscuridad. Al principio eran como ínfimos granos de arena, pero al pasar del tiempo estos granos de arena se convirtieron en rocas hasta llegar a formar montañas. No sólo sus mentes fueron afectadas por la oscuridad, también la ciudad y todo su entorno sufrieron los efectos de esta ascensión de las sombras. Los lagos se convertían en ciénagas venenosas. Los campos eran corroídos por plagas voraces. Los moradores de Ra Tsu morían por extrañas pestes que cada vez eran más difíciles de curar mediante las artes del bosque. En la ciudad comenzaron a morar criaturas abismales. Al principio eran alimañas molestas, pero antes de que se pudieran tomar medidas, estas alimañas pasaron a ser criaturas incontrolables y caóticas.
Los sabios que no habían sucumbido ante la oscuridad del Abismo descubrieron la fuente del mal que les asolaba y decidieron hacerle frente. Fue entonces cuando llegó la guerra entre ambos bandos, los Sabios de los Bosques contra los Sedientos del Abismo. A pesar de su filosofía de paz, las criaturas del bosque al verse directamente afectadas por el conflicto tomaron parte en el enfrentamiento contra las fuerzas abismales, al igual que las criaturas emergidas del Abismo que cada vez eran más numerosas y poderosas. La ciudad y los bosques pagaban el coste de esta guerra. Todo perecía bajo el caos.
El esplendor fue sustituido por la decadencia, la vida por la muerte, la luz por la oscuridad. Uno de los dos bandos, no se sabe con certeza cuál, en un acto desesperado ejecutó un sortilegio. Entonces se vio venir una marea roja de arena que tapaba el cielo y abarcaba todo el horizonte, sepultándolo todo a su paso con su aplastante presencia. Todo, absolutamente todo quedó enterrado bajo aquella ola roja. Muy pocas entidades del bosque, criaturas del Abismo y seres mortales sobrevivieron al cataclismo. Algunas entidades y criaturas se negaron a abandonar aquel lugar, sin embargo, todos los mortales sobrevivientes se marcharon sin mirar atrás aquello que una vez fue una bella ciudad y que ahora es un infinito mar de arena roja.
Hace tres mil años, el lugar que se conoce como Rub al Khali o como le llaman algunos “El Desierto Rojo”, no era un océano infinito de arena color sangre, era un lugar muy diferente. Un manto boscoso lo cubría todo y sus fuerzas vitales recorrían cada rincón rebosándolo de un vigor incontenible que se manifestaba en riquezas físicas y arcanas.
Las entidades arcanas de la naturaleza convivían junto a los moradores de ese lugar, compartiendo con ellos sus sabidurías y secretos. Los moradores aprendieron a dominar los elementos naturales llegando a convertirse en grandes sabios poderosos en las artes arcanas. Con ayuda de esos conocimientos y de las mismas entidades arcanas del bosque, los sabios construyeron una ciudad colosal y única en belleza llamada Ra Tsu.
Algunos osan decir que media dos mil kilómetros de norte a sur y dos mil quinientos de Este a Oeste. Se dice que ni siquiera juntando la ciudad flotante de Mirlecos construida en Miroz, con el palacio de las Alas Negras y el castillo arbóreo del reino de Herdria se llegaría a la cuarta parte del esplendor que poseía esta ciudad. Las entidades arcanas del bosque caminaban libremente por Ra Tsu, como un mortal más. Se les podía ver en los jardines, fuentes, mercados y sobre todo en la biblioteca.
Esta biblioteca, hoy conocida por muy pocos bajo el nombre de Irilnak, que significa “Lugar de todos los conocimientos”, poseía tantos libros como estrellas en el cielo. Cada uno de ellos llenos de conocimientos sobre los dos mundos. Cualquier habitante o visitante tenía el derecho a entrar y escrutar con toda libertad aquella fortaleza de la sabiduría.
A pesar de tener al alcance tales conocimientos, muchos mortales no se mostraron interesados en ellos, aprendían únicamente lo que consideraban útil para su vida cotidiana, como a fertilizar las tierras muertas, dominar los minerales para crear utensilios y joyas o para construir edificaciones más sólidas. En cambio, otros parecían tener una sed de conocimiento insaciable. Llegó el momento en que esos sedientos no encontraron más conocimientos entre las entidades del bosque y recurrieron a otras fuentes: El Abismo. Conocieron de su existencia por medio de las entidades del bosque, quienes les advirtieron que nunca deberían acercarse a ese “lugar”, a sus habitantes y mucho menos a sus conocimientos “Ya que cuando se contempla el Abismo, éste también ve nuestro interior y bajo ilusiones macula nuestra esencia y pudre nuestra mente.” Los sedientos ocultaron sus intenciones de las entidades del bosque y en secreto descendían al Abismo cada vez con mayor frecuencia, sosteniendo contacto con sus criaturas y aprendiendo sus artes, que parecían ser infinitas en variedad y poder.
Pero cada descenso siempre traía consigo oscuridad. Al principio eran como ínfimos granos de arena, pero al pasar del tiempo estos granos de arena se convirtieron en rocas hasta llegar a formar montañas. No sólo sus mentes fueron afectadas por la oscuridad, también la ciudad y todo su entorno sufrieron los efectos de esta ascensión de las sombras. Los lagos se convertían en ciénagas venenosas. Los campos eran corroídos por plagas voraces. Los moradores de Ra Tsu morían por extrañas pestes que cada vez eran más difíciles de curar mediante las artes del bosque. En la ciudad comenzaron a morar criaturas abismales. Al principio eran alimañas molestas, pero antes de que se pudieran tomar medidas, estas alimañas pasaron a ser criaturas incontrolables y caóticas.
Los sabios que no habían sucumbido ante la oscuridad del Abismo descubrieron la fuente del mal que les asolaba y decidieron hacerle frente. Fue entonces cuando llegó la guerra entre ambos bandos, los Sabios de los Bosques contra los Sedientos del Abismo. A pesar de su filosofía de paz, las criaturas del bosque al verse directamente afectadas por el conflicto tomaron parte en el enfrentamiento contra las fuerzas abismales, al igual que las criaturas emergidas del Abismo que cada vez eran más numerosas y poderosas. La ciudad y los bosques pagaban el coste de esta guerra. Todo perecía bajo el caos.
El esplendor fue sustituido por la decadencia, la vida por la muerte, la luz por la oscuridad. Uno de los dos bandos, no se sabe con certeza cuál, en un acto desesperado ejecutó un sortilegio. Entonces se vio venir una marea roja de arena que tapaba el cielo y abarcaba todo el horizonte, sepultándolo todo a su paso con su aplastante presencia. Todo, absolutamente todo quedó enterrado bajo aquella ola roja. Muy pocas entidades del bosque, criaturas del Abismo y seres mortales sobrevivieron al cataclismo. Algunas entidades y criaturas se negaron a abandonar aquel lugar, sin embargo, todos los mortales sobrevivientes se marcharon sin mirar atrás aquello que una vez fue una bella ciudad y que ahora es un infinito mar de arena roja.
Diario de un soldado
Diario de un soldado
26 de Fakiotary, año 235.
Primera unidad exploradora del glorioso Imperio Dárnico.
Se nos ha encargado la misión de trazar una ruta desde las minas de Marklia hasta las costas de Varkavia a través del Rub Al Khali.
Es una gran oportunidad que nos ha brindado el Emperador, ser los primeros en atravesar el desierto y crear una nueva ruta para el Imperio, es un honor.
Partiremos desde la linde entre Anyelia y Marklia, atravesando todo el sistema montañoso, será una tarea difícil, pero estoy seguro que lo lograremos.
28 de Fakiotary, año 235.
Primera unidad exploradora del glorioso Imperio Dárnico.
Al fin hemos atravesado las montañas de Marklia. Ahora caminamos por un terreno arenoso de color rojo sangre. En el horizonte sólo se ven dunas.
5 de Miktary, año 235.
Primera unidad exploradora del glorioso Imperio Dárnico.
Este lugar parece infinito. No importa a cual dirección observe, sólo se ve arena y horizonte. Da la impresión de que siempre estamos en el mismo sitio. Las únicas cosas que cambian aquí son las lunas y la temperatura.
Cuando la luna de Kiria nos ilumina, el calor es insoportable. La arena arde como carbón en el horno de un forjador. Y cuando llega la oscuridad y Kulja se ve en el cielo, el frío es tal que casi congela los huesos.
15 de Miktary, año 235.
Primera unidad exploradora del glorioso Imperio Dárnico.
Aún continuamos en el Rub al Khali. Juraría por Atul, que estamos en el mismo lugar que hace tres días. No importa a que velocidad caminemos, lo único que vemos es arenas. Ni un oasis, ni un árbol, ni un maldito bicho, aquí no hay absolutamente nada.
Por más agua que bebo, esta sed no desaparece. Tampoco importa el tamaño de la fogata que hagamos, el frío siempre está ahí.
20 de Miktary, año 235.
Primera unidad exploradora del glorioso Imperio Dárnico.
Han pasado cinco jornadas más y aún seguimos en el desierto. He notado preocupación en los capitanes, aunque nos dicen que todo marcha según lo previsto.
No quiero pensar que podemos estar perdidos.
21 de Miktary, año 235.
Primera unidad exploradora del glorioso Imperio Dárnico.
Creo que este lugar me está enloqueciendo. Anoche escuché voces que provenían de lejos. Eran como murmullos u oraciones. Era un idioma que jamás he escuchado antes.
También vi algo muy raro en el cielo, eran dos estrellas rojas. Parecían dos ojos que nos observaban. Desaparecieron antes de que pudiera avisar a mis compañeros sobre ellas.
28 de Miktary, año 235.
Primera unidad exploradora del glorioso Imperio Dárnico.
Hace cinco jornadas, una tormenta de arena llegó de la nada y varios decenas de soldados desaparecieron sin dejar rastro. Por más que buscamos sus cuerpos no encontramos seña alguna de ellos. Más de la mitad de los caballos han muerto y los que aún viven están enfermos. Las provisiones se han agotando y la desesperación entre los soldados aumenta cada vez más.
Estoy seguro, estamos perdidos.
2 de Suljatary, año 235.
Los soldados que no hemos muerto de hambre o sed, o los que aún no hemos enloquecido, nos hemos revelado. Los capitanes confesaron que perdimos el rumbo hace más de trece jornadas. Los hemos matado.
Intentaremos por nuestros medios salir de este maldito lugar.
5 de Suljatary, año 235.
Cada noche escucho los murmullos con más claridad. Dicen mi nombre. Dicen que me esperan, que no tema…
6 de Suljatary, año 235.
Apenas quedamos algo menos de cincuenta soldados. Los demás han muerto de inanición o se han matado entre ellos.
9 de Suljatary, año 235.
Al fin hemos encontrado un oasis y varios árboles frutales. En el centro del oasis hay un enorme cristal. La parte que sobresale del agua debe medir más de tres metros de alto. Es hermoso y nos da calor y luz en la noche. Hemos decidido quedarnos aquí hasta que vengan a rescatarnos.
10 de Suljatary, año 235.
Mientras dormía escuché gritos. Al despertar vi como varios soldados eran arrastrados hacía el agua por unos tentáculos líquidos que provenían del cristal. La parte oculta debajo del agua emergió. Era como un cangrejo hecho con agua y arena.
Combatimos contra eso, pero nuestras armas no le hacían daño. Los soldados atrapados se consumían en los tentáculos líquidos.
Tomamos todo lo que pudimos y nos largamos de ese maldito oasis a toda prisa.
19 de Suljatary, año 235.
Sólo yo quedo con vida. Tengo agua y frutas para unas cinco jornadas más o menos.
Siento que me persiguen. Siento el aleteo de algo gigante que vuela en la oscuridad. Sé que moriré aquí.
20 de Suljatary, año 235.
Algo intentó matarme anoche.
Mientras dormía me sujetó por un tobillo y me arrastró por la arena. Por suerte pude darle un tajo en la mano y cortársela. Esa cosa huyó despavorida, tal vez con más miedo que yo.
Aquí tengo su mano. Es roja como la arena del desierto, quizá por eso nunca vimos alguna criatura de esas. Tiene largas uñas de un cristal muy duro y su sangre es negra y maloliente.
He perdido las pocas provisiones que tenía. Mis latidos están contados.
22 de Suljatary, año 235.
Desde aquella noche en que esa cosa del Abismo me atacó, no he podido dormir. Tengo hambre. No soporto más…
23 de Suljatary, año 235.
Siento algo volar en el cielo. Puedo escuchar el batir de sus alas.
Sé que esas cosas con uñas de cristal están cerca.
Es seguro, voy a morir…pero me llevaré a algunas aberraciones conmigo al Abismo.
Que Atul reciba mi alma…
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